La Luna le guiñó
un ojo a su soledad,
un pétalo cayó,
le dio un jardín sin piedad.
Y en su corazón
una tormenta desató.
Su chica despreció
todas sus formas de amar,
y perdió la razón
y un par de lágrimas quizás.
Se derrumbó elegantemente
y no se entero la gente.
Y como el Sol de invierno,
como una bala sin matar,
Se le entristecía el alma
al compás de un viejo jazz.
Cupido se rió,
el Diablo lo quiso tentar,
comprar su integridad
con vino, porros y rencor.
Y la oferta no subió,
Dios tampoco ofreció más.
Y con su soledad
comparte libros y sillón,
y con su depresión
toman alcohol y escuchan jazz.
Y a ciertos recuerdos
los quisiera exiliar.
Como los lobos a la Luna,
el amor y el cabaret,
dicen que las heridas sanan,
siempre ha parado de llover.